MÉDICOS, ESTABLECIMIENTOS HOSPITALARIOS Y MEDIDAS SANITARIAS Y FARMACOLÓGICAS EN EL LUGAR DE YCOD DURANTE EL ANTIGUO REGIMEN (SIGLOS XVI Y XVII)
ARTÍCULO HISTÓRICO – DIVULGATIVO, AUTOR: MIGUEL EDMUNDO DELGADO LÓPEZ
El expectacular crecimiento de Ycod a partir de su fundación, fue patente en todos los aspectos … manufacturas de todo tipo: sedas, vidrios, etc, también viñedos que se exportaban a diferentes lugares del mundo, caña de azucar, cereales, madera procedente de su monte pinar, el más extenso de Canarias … esto y otros aspectos hicieron que el lugar de Ycod fuera uno de los lugares más atrayentes de Las Islas, para establecer su hogar a gentes venidas de todas partes, con intensión de asentarse en su territorio y buscar su futura prosperidad. Todo ello lleva a un rápido crecimiento de la población, y por consiguiente aparece la demanda, en lenguaje actual, de contar con los servicios imprescindibles para cubrir, en este caso, las necesidades médico – sanitarias básicas de sus pobladores.
En los primeros años del siglo XVII en Ycod, aparece documentada la presencia del licenciado Juan López, médico que estaba avecindado en esta población en el año 1607, dato que se desprende del poder a Manuel Rodríguez Murga, de igual vecindad, para que en su nombre cobrase deudas por salarios y otras cosas. Poder otorgado ante Pedro Méndez de León, el 29 de octubre de 1607.
También, apróximadamente por esos años, ejercían en Ycod los médicos Miguel Lorenzo (1) y el cirujano Miguel Pérez de Amaral (2), procedentes de la Península, Este último era hijo de Álvaro Pérez y de doña Isabel de Aga, y casó con Inés Rodríguez, padres del presbítero don Francisco Pérez Amaral. Dicho cirujano había llegado a Ycod el 15 de mayo de 1526, sin bienes, de forma que con lo obtenido de su trabajo compró una casa, grabada con un tributo, luego redimido por su hijo. Éste gastó unos 1000 ducados en el arreglo del inmueble, según declaraba en su testamento, otorgado el 29 de marzo de 1687, ante don Carlos de Montiano.
En 1625 estaba también en Ycod otro médico, el conocido como licenciado Sosa, dato que conocemos porque su nombre figura como testigo, en el codicilio del capitán Bartolomé Báez Borges, otorgardo ante Montiano, el 10 de mayo ded 1625.
A mediados del siglo ejercían en Ycod tres cirujanos, todavía Pérez de Amaral, Juan Luis de las Socas y Pérez del Álamo (3) y su hijo Matías Luis Bello (4), que solía atender a las monjas enfermas del convento cisterciense. Estos dos últimos, el 5 de noviembre de 1661, ante don Carlos de Montiano, se compremetieron a pagar mil reales al mercader Francisco Pinto, vecino de Garachico, por la compra de una caja de botica, para una casa que habían adquirido, donde instalaron la que podría tratarse de la primera farmacia que se abrió en Ycod. También por aquel tiempo prestaba sus servicios, al expresado Monasterio de las Bernardas, el cirujano Francisco de la Corte .
Algunas recetas médicas y remedios:
Ejemplo de cómo era la medicina de la época puede apreciarse en las dos siguientes recetas médicas manuscritas, que debieron aplicarse en Ycod en el siglo XVII. (5)
Ugüento para muchos dolores.- Era recomendado para dolores de ciática, de piedras del riñón, hinchazón de vientre, dolor de estómago, almorranas y otros males. Su preparación era a base de hierba de huerto (hortelana), incienso, perejil, apio, berros, hierba de San María, mejorana, unas ramas de ruda y salvia, todo en partes iguales. Majados los ingredientes, se maceraba en vino de malvasía durante veinticuatro horas; añadían tres pedazos de raíz de lirio y a hervir. Al cabo de un rato se le agregaba un cuartillo de aceite, Puesto al fuego lento, revolvíase hasta reducir el vino; se le echaba cerca suficiente para que cuajase, y, al final, el preparado era pasado a un tarro y a usar después de él y Dios sobre todo.
Polvos para resolver la ventosidad.- Un poco de hoja de sen – arbusto oriental de la familia de las leguminosas, cuyas hojas se siguen empleando como laxane o purgante – , polvos de matalahuga y canela. Se molía todo bien y se pasaba por un cedazo fino. Luego se le añadía la misma cantidad de azúcar de piedra, bien cernido. Era tomado en ayunas, solamente la cantidad que cabía en un dedal, con un vaso de agua o sobre las comidas, incluso en cualquier hora. Pero si alguna vez se sentía el estómago frío, los polvos habrían de tomarse con una cucharadita de vino, aunque de estar forma se hacía pocas veces.
Las tumbagas.- Para curar el mal aire se usaban las tumbagas o sortijas elaboradas con una mezcla de cobre y oro, siendo muy apreciadas las procedentes de Filipinas. Así lo expresaba desde Acapulco don Pedro Lorenzo Ramos del Castillo, en carta remitida a sus parientes de Ycod, con fecha 28 de marzo de 1731, para agradecerles el envío de esas sortijas.
Desde el anterior siglo XVI, la presencia de epidemias en el territorio icodense estaba presente, como fue el caso de la lepra, precisamente de esa época data la imagen de San Sebastían, como Depulsor Pestilatis (santos expulsores de la peste), titular de la ermita, situada entonces a la entrada del poblado de Ycod, y que con el paso del tiempo se convirtiría en la Iglesia de San Agustín, de la orden agustina.
De esos años tenemos terribles sucesos, como el caso que nos traslada el doctor Martínez de la Peña “ … A veces las precausiones para evitar los contagios eran exageradas, como había ocurrido en el siglo XVI, en que Inés Pérez de Soto, mujer de José Martín, a causa de un mal parto se le tulleron las manos. Sobre este mal no pudieron aseverar los facultativos que fuera causado por la lepra. Ante la duda, se ordenó a esta señora continuar en Ycod, aunque aislada en una finca de su propiedad, donde se la haría una vivienda, para mantener un total aislamiento, solamente acompañada de una criada. Además, sus deberes religiosos los realizaría en la ermita de San Sebastián, porque se le prohibía la asistencia a la Iglesia Parroquial de San Marcos, a la que, no obstante, podría ir tres o cuatro veces al año. En todo caso, sus salidas las haría sin detenerser en el trayecto ni hablar con la gente, y dentro de ambos templos permanecería en sitio separado del resto de fieles. Aceptadas estas condiciones como un favor, el matrimoniuo se avino a pagar a la Casa de San Lázaro (6), que estaba en Gran Canaria, un tributo perpetuo de cuatro doblas anuales … “
El comenzar el siglo XVII se desató el pánico entre los vecinos con la presencia de una epidemia de peste, la primera en afectar a este pueblo, con dramáticas consecuencias. Esta enfermedad mortal, que por estos parajes se denominó landres. Comenzó por Garachico (7) y pasó a esta zona de la Isla entre los años 1602 y 1606 aproximadamente. Los vecinos de Ycod se vieron muy angustiados por el gran número de víctimas, hasta el punto de sacar a suerte un santo protector. El santo elegido fue San Antonio de Padua, al que se le dedicó una ermita.
Fueron momentos de mucha confusión, en que la gente trababa de huir del pueblo. Como medida sanitaria de emergencia se procedió al traslado de los enfermos a la Caleta de San Marcos, por tenerse como lugar más adecuado para su aislamiento. Así surgió un improvisado hospital, denominado en los documentos de la época los lugares ( o guardas) de la enfermería de la Caleta de San Marcos. Muchos de aquellos desventrados fallecieron en tales circunstancias, varios de los cuales hicieron sus testanmentos allí, ante testigos, por haber huido el escribano público. Tal fue el caso de una familia afectada de la peste, formada por Gaspar Hernández Domínguez, Ana María, su mujer, y el padre de ésta, Marcos Hernández; un hijo de Gaspar y Ana, de nombre Miguel Hernández, su mujer Catalina Martín y su hija María. Todos fueron recluidos en la enfermería de la Playa de La Caleta de San Marcos, donde falleciero n con diferencia de pocos días. Sobre estas muertes pidió una información Gaspar González Domínguez, como heredero, la cuál se llevó a efecto en dicha enfermería, el 10 de marzo de 1606, ante Pedro Méndez de León. Uno de los testigos citados a declarar fue el cirujano Juan Rodríguez, sanitario de esta enfermería. Dicho Miguel Hernández dictó sus últimas voluntades el 20 de noviembre de 1605, las cuáles en tiempos posteriores quedaron protocoladas en el Oficio del referido escribano. También se vieron recluidos en la Caleta de San Marcos tres hijos de Andrés Martín y de María Díaz: María Díaz, Isabel Díaz y Manuel Martín. Los tres, en aquella misma fecha dispusieron sus últimas voluntades ante testigos, para dejar misas a diversas devociones de Ycod, incluso la fundación de una misa cantada a perpetuidad a la Virgen del Rosario, en la Iglesia de San Marcos. Marcos Hernández, víctima de la epidemia, dictó un testamento ante Manuel Rodríguez Murga, escribano de comisión. De la casa de Baltasar Hernánde murieron su mujer, Catalina González, y sus tres hijos. De otros muchos afectados de peste no quedó constancia documental.
Personas más pudientes acudieron a los tratamientos del cirujano Juan Díaz Portoalegre avecindado en Garachico. Improvisó también unas enfermerías para atender a los apestados, instalando una en la ermita de La Consolación, en el Guincho, propiedad por entonces de Melchor López, y la otra en la Caleta de la Coja. A este cirujano acudió Alonso de Montiel, vecino de Ycod, para llegvar a sus enfermerìas a la enferma Águeda de la Trinidad beata, que falleció de su mal. Esta beata costeó un retablo dedicado a San Francisco de Asìs, en San Marcos. Un esclavito mulato de Águeda y una sobrina, hija de Francisco López de Vergara, fueroin atendidos por el expresado cirujano, de acuerdo con los honorarios pactados de mil reales, donde se incluían ungüentos y otras medicinas.
En aquel panorama sanitario tan complicado, destacó la acción caritativa y valiente del sacerdote Rodrigo Navarro, beneficiado segundo de la Iglesia de San Marcos. Era altamente estimado por su bondad y generosidad. Frecuentemente era designado como albacea en numerosos testamentos y se le encomendaba encargos secretos, incluso llamado a firmar en instrumentos públicos en nombre de los otorgantes. Con espíritu de verdadera abnegación y santidad, no dudó en instalarse en la enfermería de la Caleta de San Marcos, para llevar el consuelo, ayuda espiritual y material a los apestados. La salida de su casa fue precipitada, aunque pudo dejar algunas notas manuscritas, a manera de testamento, que dejó sobre la mesa de su despacho. Más adelante, el 15 de julio de 1605, y en la propia enfermería, dictó formalmente sus últimas voluntades, ante Pedro Méndez de León. Un segundo testamento lo otorgó ante el mismo escribano, el 28 de junio del siguiente año, para dejar dotada la festividad de San José, cuya bellísima imagen sevillana había depositado en la iglesia parroquial. También dejaba en herencia una casita a su encargado Gregorio Rodrìguez y nombraba como heredero universal a su hermano Luis Navarro. Es posible que muriese contagiado de la peste. Según su deseo, el sepelio se hizo humildemente, porque decía que por no heberlo sido en vida, quería serlo en la muerte . Aunque dispuso su sepultura en el lugar destinado a los menesterosos, se decidió inhumarlo en sitio más distinguido como fue el lado norte del altar mayor.
El temor a la enfermedad se mantuvo durante mucho tiempo. Por esa razón, cuiando llegó en 1672 el rumor de una epidemia de peste se hicieron solemnes rogativas, tanto en la iglesia parroquial como en los conventos, que culminó con una procesión general el día de San marcos, con asistencia de las dos Comunidad de frailes y vecinos, exhortados a confesar y comulgar, para acogerse a las indulgencias que se ganaban en diversos altares.
Los establecimientos Hospitalarios de Ycod
La magnitud de la epidemia de peste puso en evidencia la falta de un adecuado servicio sanitario, porque el edificio hospitalario, con que contaba Ycod, no reunía las condiciones necesarias. En plena crisis, los vecinos se plantearon afrontar la construcción de uno nuevo, en las proximidades del templo parroquial. El primer paso era contruir en una casa propiedad de la Parroquia. La pudo librar el mayordomo del Hospital, Gaspar Martón, el 5 de julio de 1604, a cambio de un tributo perpetuo de cincuenta rales. Dos días después, el obispo don Francisco Martínez dio autorización para hacer una nueva obra, donde la Hermandad de la Misericordia tuviera un cuarto para guardar sus insignias, y desde allí sacar la procesión del Jueves Santo.
El 24 de noviembre de 1607, el capitán Bartolomé Báez Borges, alcalde, y el mayodormo del Hospital, encargaron a los carpinteros Bartolomé y Luis Antunes, vecinos de Ycod, hacer en el nuevo edificio seis puertas grandes y una ventana, castellanas y bien terminadas. La edificación del inmueble estuvo a cargo de los albañiles Pedro Yanes y Blas González.
Los vecinos se propusieron construir una iglesia mayor para el Hospital. Este nuevo templo tenía dos puertas. La obra de carpintería fue encomendada a los dos maestros antes citados, y se dio por concluida la fábrica en el año 1609. En el retablo se puso un Cristo y las imágenes de una Virgen de los Dolores, de vestir, y San Juan Ante Porta Latinam, adquirido y depositado allí por Juan de Alzola y otros vecinos, que luego fue titular de la ermita de La Acequia. Aún en 1625 no se había terminado del todo el edificio del Hospital.
Concluida la fábrica, se instaló allí la asistencia sanitaria y la acogida de pobres y ancianos, con satisfacción de todos. El contento duró poco tiempp, porque en el año 1630 el obispo dedició instalar en el inmueble un convento de monjas bernardas, aunque con el compromiso de dar alojamiento a dos mendigos y el sustento correspondiente. Esta solución no convenció a los vecinos, dando lugar a controversias, porque la caritativa institución quedó bastante peor.
Como tal situación era insoportable, se decidió levantar un nuevo edificio para el Hospital, el tercero, y en lugar diferente. Esto llevó en 1643, a la adquisición de un solar donde comienza la calle de San Antonio. Se iniciaron enseguida los trabajos, pero por diversas dificultades iban transcurriendo muy lánguidamente, hasta el punto de iniciarse el siglo XVIII sin haberse concluido. En todo caso, en aquel lugar ha permanecido el Hospital hasta la actualidad.
FUENTES BIBLIOGRAFICAS Y DOCUMENTALES:
– Historia de la Ciudad de Icod de los Vinos en la Isla de Tenerife – Autor: Emterio Gutiérrez López
– El Siglo XVII en Icod de los Vinos – Augtor: Domingo Martínez de la Peña
– Roque de Montpellier (Iconografía de los santos protectores de la peste en Canarias) – Autor: Jesús Pérez Morera
– Historia de Icod de los Vinos – Autor: Manuel Hernández González
NOTAS:
(1) El vecino Antonio Afonso, por escritura ante Pedro Méndez de León, de fecha 1 de abril de 1609, se comprometía a pagar al médico Miguel Lorenzo tres fanegadas de trigo, pustas en su casa, si lo curaba de su enfermedad.
(2) Miguel Pérez Amaral compró casa en Ycod el 12 de noviembre de 1626.
(3) Los datos biográficos del cirujano Juan Luis de las Socas y Pérez del Álamo, son abundantes, así sabemos que era hijo de Matías Luis de las Socas y de Catalina Pérez del Álamo, biznieto a su vez de Francisco Luis de las Socas y de Isabel Rodrìguez. Que casó con Catalina Bello, hija de Pedro Bello y de Felipa Martín. Dicha Catalina Bello había obtenido de su madre, viuda, y sus hermanos la dote, que fue otorgada mediante escrituras privadas en San Juan de la Rambla, los días 11 de septiembre y 8 de octubre de 1635. De este matrimonio nacieron los siguientes hijos: el licenciado Jerónimo Luis Socas, ministro del Santo Oficio, el alférez Matías Luis Bello, que ejerció como cirujano, igual que su padre.
(4) Matías Luis Bello casó en Ycod, en el año 1672, con Leonarda Domínguez.
(5) Nos informa don Domingo Martínez de la Peña, que la receta se conservan en el Archivo Parroquial de San Marcos en una Teología Moral, de Villalobos, en sus últimas páginas. Tratado que debió pertenecer sucesivamente a los sacerdotes Cristóbal Pérez del Cristo y Nicolás Duamel Borges, por figurar la firma de ambos en el documento, y que posiblemente tuvieron la curiosidad de anotar aquellos remedios.
(6) La llamada Casa de San Lázaro, se encontraba en las Palmas, y era el lugar de reclusión habitual de los afectados de lepra. Su estancia en ese lugar y su mantenimiento corría a cargo de los recursos famiiares. Incluso si no se confirmaba el diagnóstico, el paciente permanecía aislado de la comunidad, con la obligación de pagar a la leprosería su estancia.
(7) La peste propiamente dicha comienza en Garachico en julio de 1601 traída por dos navíos apestados procedentes de Sevilla», indican Anaya y Arroyo. A la isla de Gran Canaria llega a mediados de ese mes de 1601. En Tenerife la peste se extendió desde Garachico a Los Realejos, Los Silos, San Juan, El Tanque, Icod de los Vinos y Santa Cruz.
En La Laguna se creó un control y colocó tres horcas para intimidar a los posibles infractores que traspasaran los límites municipales. En Garachico se impidió la salida del municipio a los vecinos afectados y se frenó la entrada de apestados. En definitiva, cada lugar de la Isla estableció medidas para evitar la expansión de la plaga.
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