El núcleo inicial desarrollado junto a la parroquia de San Marcos desde los primeros años posteriores a la conquista de la isla, a fines de siglo XV, estaba formado por casas terreras con techo de paja. Con el progresivo y rápido aumento de la población gracias a la riqueza agrícola del suelo, que atrae a numerosos colonos castellanos y portugueses en su mayoría, el caserío va creciendo, y ya en el siglo XVI forma un grupo interesante de edificaciones para dar respuesta a la población y la mano de obra que llega a Icod en esos años. De la humilde vivienda inicial se pasa a un tipo de construcción más sólida, con cubierta de madera de par y nudillo, tejado de teja árabe, y de mayor altura. Este desarrollo urbano supone la necesidad de dotar a la población de otras edificaciones de carácter civil, religioso, artesanal e industrial.

Dos trágicos incendios ocurridos en 1796 y 1798 destruyen gran parte del núcleo central del pueblo. El segundo destruyó el convento de monjas bernardas, la Alhóndiga y numerosas casas de la calle San Sebastián y zona de plaza de la Pila, haciendo desaparecer un nutrido conjunto de casas que se aglutinaba en los alrededores del templo parroquial y la plaza Real. Eran casas pequeñas de estrecha fachada, que dieron lugar a amplios solares donde se aprovecharía para construir notables edificaciones que los tiempos exigían, como es el caso de la que sería una de las casas de los Marqueses de Santa Lucía.

En pleno centro del casco histórico de Icod de los Vinos, y dentro de la delimitación del Conjunto Histórico declarado como Bien de Interés Cultural, la calle San Sebastián es una de las vías principales del municipio, destacada por la actividad comercial y el constante devenir de personas que transitan por su vía empedrada. El desnivel existente en los distintos tramos es patente y se aprecia desde el comienzo y el final de la misma, puntos desde los que la calle desciende hacia el centro. Un recorrido por su trazado nos permite contemplar algunos vestigios de arquitectura tradicional en varias edificaciones de una o dos plantas con puertas y ventanas de carpintería, tejados de teja y sencillo alero en los ejemplares más antiguos, junto con varias casonas que ha sufrido mayor o menor grado de transformación; tal es el caso de las casas de la familia Hernández Martínez de la Peña al final de la calle, muy transformada su fábrica original, o la de los Marqueses de Santa Lucía al inicio, además de alguna vivienda ecléctica como las que ocupan el número 6 o el 28, con destacados balcones de rejería.