Uno de los elementos constructivos más característicos de la arquitectura canaria son los aleros. Este elemento tiene la función principal de expulsar el agua de lluvia que cae al tejado. Por su función, es más habitual en la arquitectura de las islas occidentales. El tipo de alero más frecuente es el de tejas superpuestas, que sobresalen parcialmente hacia la calle; otro tipo de alero es el que combina teja y madera, con unas tablas que sobresalen del tejado, sobre las que van las tejas, y que apoyan en piezas de madera llamadas canecillos, que son en ocasiones una prolongación de los pares (vigas) de la armadura interior, y que derivan de modelos del arte mudéjar y nazarí. De este tipo, existen en el norte de Tenerife aleros con una fila de canecillos, o bien con dos filas, sosteniendo doble tablazón; y de forma excepcional, se han conservado ejemplos de triple fila de canecillos en La Orotava (Casa Monteverde) y este de la Casa Hernández Martínez de la Peña, en Icod, que debido a su vuelo están estrechamente emparentados con los aleros del arte hispanomusulmán.

La vivienda tiene dos plantas y dispone de patio. En fachada, se abren tres vanos en la planta superior, de madera, con cuarterones en la parte inferior y parte superior acristalada; la planta inferior tiene la puerta de acceso en el centro y dos vanos flanqueándola, uno de ellos con cuarterones decorados y asiento de madera en su parte interior. Un triple alero, también en madera, sobresale del tejado y es uno de los elementos más destacados de la construcción.