En la planta baja de las viviendas tradicionales canarias se distribuían en torno al patio estancias diversas como almacenes, bodega, caballerizas…, reservando la planta superior generalmente para la vivienda y otras estancias complementarias. Algunas casas contaban además con otros elementos como horno de pan e incluso, horno de cochinilla, como ocurría en la Casa Tabares.
La cochinilla (Dactylopius coccus) es un insecto parásito que se alimenta de plantas como la tunera (Opuntia maxima), y su importancia radica en que es la fuente de extracción de carmín, colorante natural extraordinariamente valorado. El cultivo de la tunera, procedente de México para la producción de cochinilla, se extendió en Canarias dando origen a una floreciente industria desde principios del siglo XIX.
La cochinilla, una vez recogida, debía secarse bien al sol o en hornos destinados a esta labor, y después de machacarla, se obtenía el color carmín, muy difícil de conseguir en la naturaleza y por tanto muy valioso. El producto final se utilizaba principalmente para teñir tejidos y su exportación a Europa estaba garantizada, llegando a convertirse en el producto agrícola mayoritario en las islas a mediados del siglo XIX, desplazando a la industria del vino, hasta que la generalización de los tintes artificiales acabó con esta industria e inició un período de decadencia económica en las islas.